El otro día nos montamos en el mismo autobús. No hubo saludos, ni miradas. Me escabullí con la cabeza gacha hasta el asiento de la última fila. Minutos después te acercaste.
− Es de mala educación no saludar -dijiste con una sonrisa en los labios.
− Estoy cansada -forcé una sonrisa.
Te encogiste de hombros y te despediste deseándome un buen día. No sabías que no estaba cansada por falta de sueño.